lunes, 19 de enero de 2009

Amor, ¿química o realidad?



Recuerdo una vez en que me dijeron cómo lo sabría.
El tiempo se pararía para mí, todo a mi alrededor parecería banal, pues yo sólo tendría ojos para una persona. Es el momento en el que empiezas a sudar, sientes palpitaciones, te ruborizas y sientes un cosquilleo en el estómago.
Es entonces cuando se te escapa una risa como una exhalación y mil mariquitas te recorren el cuerpo… es amor.

O quizás es algo más científico conocido como química.
Una serie de descargas neuronales y hormonales aliñadas con ácidos, gases y olores. Una revolución interna protagonizada por la feniletilamina que hace que lo racional se convierta en irracional, la prudencia en torpeza y la serenidad en nerviosismo.
Es una droga natural; una anfetamina que da lugar a los arrebatos sentimentales. Impulso y oleaje químico. Miedo, orgullo, celos, ardor, amor…

El amor es una atracción bioquímica que pierde todos sus efectos en dos o tres años. La locura de la pasión se desvanece y es entonces cuando, si acaso diste en el clavo, te habitúas a un amor más sosegado que genera endorfinas. Una dosis diaria de narcóticos que viene dada por los lazos que nos unen a la persona que entraba en nuestro esquema mental de “ideal a quién amar”.


Por eso, señoras y señores, y teniendo en cuenta cómo se suceden las cosas hoy día; no me queda más que afirmar que la idea romántica de amor no existe.


O quizás será que yo no me drogo.