Hoy me levanté con una gran sonrisa. No tuve pesadillas que perturbaran mi sueño. Descansé como hacía tiempo que no podía hacerlo.
Tranquila, serena, relajada...
Me he levantado sin restos de llanto en mis ojos. Mi garganta no estaba dolorida por otra noche más de soledad. No sentí frío por estar sola. Mis palabras resonaron sin tensión en mi habitación vacía. No había rencor ni odio en mi voz.
Sólo estaba yo.
Tal cómo fue siempre, tal y cómo deseaba que volviese a ser.
Me levanté echando a mis demonios de la cama y me propuse empezar bien el día. Volví a sonreir y respiré hondo. Un pie delante del otro y lo demás sería sencillo.
Me sentí fuerte, libre, completa.
Me sentí yo...
martes, 28 de octubre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008
Barreras
Una barrera inamovible que me obliga a permanecer estancada.
Un juego de azar en el que no me sonríe la suerte.
Un paso atrás...
miércoles, 1 de octubre de 2008
Caramelos de menta
Miré a ambos lados del pasillo; al ver que nadie había allí puse la mano sobre el viejo picaporte y lo hice girar con un chirrido. Ingresé en la oscura habitación cerrando la puerta a mis espaldas.
Caminé a tientas hasta llegar a la ventana; subí la persiana y dejé que la luz iluminara el conocido cuarto. Me giré en redondo y observé con decepción que lo que había allí no llegaba a ser ni una triste sombra de lo que un día hubo.
Caminé a tientas hasta llegar a la ventana; subí la persiana y dejé que la luz iluminara el conocido cuarto. Me giré en redondo y observé con decepción que lo que había allí no llegaba a ser ni una triste sombra de lo que un día hubo.
El armario abierto revelaba que ya había sido vaciado de todo aquello que la caracterizaba. No quedaba ni una sóla toquilla raída, o una gastada caja de zapatos que escondía sus viejas cartas. Por no quedar no quedaba ni ese familiar olor a naftalina. Las estanterías estaban totalmente vacías, ni un sólo libro, ni una sóla foto. Miré la cama y no pude más que suspirar con tristeza. No por el hecho de que faltasen sábanas o cojines. Sino por el hecho de que faltaba ella...
Me acerqué a la cómoda lentamente y abrí el primer cajón con sumo cuidado. Nada, ya no estaba. Alguien se había llevado su caja de música. Levanté la cabeza mirándome al espejo. No pude evitar pensar que nunca más la vería a ella allí, sonriéndome mientras yo la miraba desde atrás, mientras esperaba que volviese a darle cuerda a la negra caja y pusiese a bailar a la triste bailarina.
- No deberías estar aquí.- escuché a mi padre hablar desde la puerta. Le ignoré mientras abría el segundo cajón.- Venga, vamos.
Pese a su ruego yo no me moví. Había visto algo en el cajón y no podía irme sin saber qué era. Acerqué la mano con cuidado y abrí la pequeña bolsa. No pude reprimir un sollozo cuando vi el contenido.
- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó mi padre dando unos pasos hacia mí.- ¿Qué hay?
Me giré sonriendo mientras extendía ante sus ojos la palma de la mano con el gran tesoro encontrado. Al verlo él no pudo esconder una gran sonrisa empañada por unas lágrimas.
- No se ha olvidado de mí. Se acordó de dejarme sus caramelos de menta.
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